Vente conmigo, amigo,
me voy al campo,
a un campo sin horizontes,
-tu horizonte en el mío-
donde pueda a día pleno
y noche abierta,
rumiar las exquisiteces de lo íntimo.
Déjame, me voy al campo
sembrado de rosas y lirios para siempre,
donde la amargura se volatilice
en consorcio nupcial
con el polen silvestre.
Déjame ir o vente
a un campo de rosas y lirios para siempre.
La vida no es fácil
con los ojos abiertos
y el alma cerrada,
esquivando todo, personas
y acontecimientos.
Hay que cerrar los ojos
y abrir el alma
para que entre lo bello.
Por eso me voy-¿te vienes?-
a cerrar los ojos y abrir
el alma al viento,
a ver con los ojos cerrados
recostado en algún pino
y sentir el aroma sin fronteras
que la brisa ecuestre
me trae
cabalgando…
Déjame ir o
vente
a un campo de rosas y lirios para siempre.
Caracas, 1971.
José
Miguel Fernández
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