SOLEDAD
Abrazada a la cruz está María.
Del horizonte al impoluto rojo
le sucede veloz gigante ojo
de negra y misteriosa noche
fría.
El disco de la luna se dormía
oculto tras las nubes del enojo
de un inconsciente pueblo, vil
manojo
pasto del fuego que en su pecho
ardía…
No existen lazarillos
resplandores
que iluminen al hombre caminante
por la senda oscura de la vida;
ni las voces alertas de
pastores,
ni la mirada de un lucero errante…
solo la Madre de dolor transida.
P.
José Miguel Fernández
Barajas
Yo también tengo por costumbre abrazarme a mi Madre, solicitarle ayuda y consejo, pero a veces parece está algo distraída. Porque aunque ahora existen luces de bajo consumo, todo está bastante oscuro, pero le sigo insistiendo aunque flaquee y mucho. Buen domingo.
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